Hemen eskegi dut tarte mugatu bat irauteko asmoz.
Zalla
Un cuenco de bordes
recogidos y alineados de alturas parejas que acoge en su fondo un paisanaje que
casi se ha olvidado de la geografía que lo circunda.
La cotidianeidad
transcurre en el llano, sobre un plano de referencias personalizadas, donde uno
se puede situar a la izquierda de la Margen Izquierda, al margen de ella y de
todas, o al oeste de un país en el que sólo parecen coexistir el norte y el
sur. El papel desplegable permite colocar hitos imaginarios, puntos de enganche
y conexión interior: un cuaderno de bitácora elemental y metafórico usando las
piernas como compás y los ojos por sextante.
Esta suma de parroquias,
surcada por arterias de comunicación de caudales reversibles por vías de escape
para huidas vitales, ha dejado a su línea de horizonte sin puntos de fuga,
transmitiendo la idea de que todo lo que
puede ocurrir solo puede hacerlo en la palma de nuestra mano. Tener como único
punto de referencia el ombligo exige la renuncia a otros paraísos sin habernos
llegado a plantear siquiera la posibilidad de su existencia. Los aconteceres en
las cercanías de este punto vital resumen todos los actos transcendentes de
nuestra existencia.
La geografía ha definido
el carácter de las gotas de niebla que esta cuenca ha recogido en sus paredes y
que se han precipitado, filtrado, acumulado amalgamado con el peso del tiempo.
A su vez las actividades desarrolladas por ellas han definido los diferentes
verdes que nos rodean. La industrialización ha concretado el tono mayoritario
de nuestro verde, y la naturaleza circundante es un producto de la actividad
humana, aunque tendemos a obviarlo gracias a la memoria destartalada, en la que
ubicamos recuerdos con precisión interesada. Así hemos llegado a convertir en
sinónimos urbanización y civilización, hemos postergado el río y lo vivimos
como un obstáculo. Los escenarios de las vivencias infantiles son ahora otros.
